A la hora de hablar del activismo medioambiental desde la fotografía artística, una de las figuras clave que deberían resonar en nuestras mentes es la de Edward Burtynsky (St. Catharines, Canadá, 1955), artista cuya obra se ha caracterizado por su representación de grandes paisajes antropogénicos como minas, canteras u oleoductos a lo largo y ancho de la geografía mundial. Sus trabajos han sido exhibidos en centenares de exposiciones, particularmente en Estados Unidos y Canadá, y actualmente existen varios libros (en inglés) que nos permiten acercarnos a su producción fotográfica. Una de sus últimas publicaciones es Essential Elements (2016), en la cual incorpora nuevas técnicas fotográficas –como la fotografía por dron– para representar la inmensa alteración que experimenta en la actualidad la geomorfología de la Tierra.

Las fotografías incluidas en Essential Elements producen una extraña sensación en quienes las observan, pues, a pesar de su belleza y composición, son terribles reflejos de la explotación humana de los recursos naturales del planeta. Burtynsky, consciente del potente efecto que causa la fusión entre estética y crítica, presenta en este tomo una “narrativa de la degradación” en la que somos testigos del tremendo impacto ambiental del industrialismo global, el cual no solo comienza durante la extracción de los recursos necesarios para la subsistencia del sistema (minería, agricultura, extracción de gas) sino que sigue presente en sus diferentes estados de procesado. La transformación humana del paisaje comenzada en los sectores primarios se puede ver, por tanto, en fábricas textiles, urbanizaciones de clase media y hasta en las mismas galerías que exponen el trabajo de Burtynsky –en definitiva, un Antropoceno del que nos beneficiamos (casi) todxs–.

Irónicamente, las imágenes de Burtynsky, que tanto nos hacen admirar la terrible belleza intrínseca a la manipulación del planeta, son también una reflexión sobre nuestra concepción de lo natural. Inspirándose en la tradición paisajística iniciada por fotógrafos clásicos como Carleton Watkins o Ansel Adams, Burtynsky muestra una naturaleza que, pese a ser poco convencional, sigue siendo natural. Los sujetos retratados por la cámara no son, a fin de cuentas, más que materias primas racionalizadas e integradas en el paisaje. Burtynsky rompe, de esta manera, concepciones tan arraigadas como el binarismo naturaleza-civilización, desafiando además el ideal de lo no-urbano como espacio puro e inalterado por el capitalismo. En Essential Elements, como en la mayoría de la superficie terrestre del planeta, no quedan espacios que la mano del hombre no haya apropiado para sus propios fines.

La geometría y simetría que transmiten los paisajes de Burtynsky no son solo producto de los sujetos dibujados por su cámara. El propio autor de las imágenes es también parte de la maquinaria que observa, y él es muy consciente de ello. La perspectiva y ángulos desde los que sitúa a quienes observan sus imágenes son tan exactos y armónicos como los espacios que protagonizan su obra. Tanto las fotografías desde la perspectiva imposible del dron como sus planos à la Wes Anderson nos hacen ser conscientes de nuestra propia dependencia del racionalismo, pues de qué otra manera encontraríamos belleza en sus obras si no es por la estética poligonal de sus paisajes. Además, en las pocas imágenes en las que esta regla no se cumple, el fotógrafo sorprende con imágenes aéreas de gran carga crítica, mostrando ríos casi fosforescentes debido a su contaminación cuyos meandros adquieren las siluetas de los árboles podridos que los rodean. La técnica de Burtynsky es, sin lugar a dudas, un claro ejemplo de “lo sublime” en tiempos de posmodernidad y capitalismo global.

Hay, sin embargo, algo extraño en las imágenes de Essential Elements. Si bien pueden leerse como una crítica ácida pero certera a las actuaciones del sistema socioeconómico en territorios autosostenibles, su estética puede ser visualizada como una celebración de la globalización y el neoliberalismo. No en vano comentaba ya en 2005 el crítico Mark Kingwell la existencia de sus obras en las zonas business de los aeropuertos. La belleza de Burtynsky puede leerse como algo subversivo para el establishment artístico por su capacidad para jugar con los motivos y formas afianzadas por la élite estética; sin embargo, este mismo motivo hace su obra fácilmente adaptable a los principios del mercado del arte de tal manera que su mensaje final queda, irremediablemente, reducido a su interés técnico. Burtynsky, así pues, puede verse como un fotógrafo rebelde y crítico con el Antropoceno cuya obra corre el peligro de ser manipulada, haciendo de sus imágenes un ejemplo del triunfo estético de la insostenibilidad y el progreso económico desmesurado. Quizás un sacrificio necesario para despertar algunas conciencias.

Alejandro Rivero-Vadillo

Add Your Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *