Mientras que la crisis de la COVID-19 está teniendo un serio impacto en la salud y en la seguridad de las mujeres, que representan alrededor del 70% de las personas que trabajan en la atención al público en los sistemas sanitarios y sociales, su escasa presencia en puestos de liderazgo político, un ámbito tradicionalmente muy masculino, es muy llamativa.
Según los datos de ONU Mujeres de 2019, el porcentaje de parlamentarias era del 24,3 % (cantidad muy variable según regiones del mundo). En cuanto al porcentaje de Jefas de Estado (electas), es de 5,9 %; mientras que el correspondiente a las Jefas de Gobierno suma 6,1 %. Esas cifras subrayan la diferencia entre funciones políticas. No es lo mismo un puesto representativo, como el parlamentario, que un puesto ejecutivo, como es ser ministro y no digamos jefe de Gobierno.
Durante esta pandemia, algunas mujeres con la más alta responsabilidad política están dando la talla a un nivel más alto que muchos de sus colegas masculinos. Esos países dirigidos por mujeres son democracias multipartidistas y con altos niveles de confianza pública en sus gobiernos que han contenido la pandemia gracias a una intervención temprana decidida por expertos e impulsada por sus líderes políticos. Han implantado pruebas generalizadas, fácil acceso a tratamiento médico de calidad, seguimiento agresivo de contagios y aislamiento social estricto.
Taiwán, una democracia de casi 24 millones de personas situada frente a la costa este de China, debería haber sido muy vulnerable a una epidemia originada en China continental. Las tempranas e intensivas medidas de intervención y confinamiento ordenadas por la presidenta Tsai Ing-wen, controlaron la pandemia con tal éxito que han limitado el brote a solo 393 infecciones confirmadas y seis muertes y ahora el país está exportando millones de máscaras faciales para ayudar a la Unión Europea y a otros países
Alemania, con 83 millones de ciudadanos, ha puesto en marcha el programa de tests de coronavirus a mayor escala de toda Europa: 350.000 tests semanales, lo que detecta al virus lo suficientemente pronto como para aislar y tratar a los pacientes de manera efectiva. Alemania ha tenido más de 132.000 contagios, pero un porcentaje muy bajo de muertes por millón, muy por debajo de la mayoría de otros países europeos.
Para el doctor Hans-Georg Kräusslich, jefe de Virología en el Hospital Universitario de Heidelberg, la gran fortaleza de Alemania para enfrentar la pandemia radica en la toma racional de decisiones al más alto nivel del Gobierno. Quizás por ello, la canciller alemana, Angela Merkel, una científica de formación, ha visto cómo subían sus índices de aprobación.
Nueva Zelanda es un país insular de casi cinco millones que depende en gran medida del turismo. A pesar de esa dependencia, la primera ministra Jacinda Ardern cerró las fronteras a los visitantes extranjeros el 19 de marzo y anunció un confinamiento de cuatro semanas el 23 de marzo. El país realizó pruebas generalizadas y, cuando redacto este artículo el 15 de abril, había registrado más de 1.300 casos de coronavirus, pero solo nueve muertes.
Si queremos valorar la respuesta pública del Gobierno neozelandés en materia de salud, debemos prestar atención a epidemiólogos de la talla de Michael Baker, que afirmó que Nueva Zelanda ha establecido «el confinamiento más contundente y práctico del mundo hasta el momento», a la vez que destacó que «va un paso por delante, ya que es el único país de Occidente con un objetivo marcado de erradicación» de la enfermedad.
Cuatro de los cinco países nórdicos están dirigidos por mujeres. Cada uno de esos países tiene tasas de mortalidad más bajas por coronavirus en comparación con el resto de Europa. Por ejemplo, la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, la líder más joven del mundo, tiene un índice de aprobación del 85% por su liderazgo y enfoque frente a la pandemia, con solo 59 muertes en una población de 5,5 millones.
La primera ministra de Islandia, Katrín Jakobsdóttir, gobierna un pequeño país insular de solo 360.000 habitantes. Pero sus pruebas aleatorias a gran escala del coronavirus descubrieron que alrededor de la mitad de los islandeses que dan positivo para el virus son asintomáticos. Islandia también adoptó medidas rápidamente, rastreó intensivamente los contactos y puso en cuarentena los casos sospechosos de coronavirus. La primera ministra noruega, Erna Solberg, salió en televisión para hablarles directamente a los niños de su país, organizando una rueda de prensa en la que la presencia de los adultos no estaba permitida.
Compare esas respuestas rápidas y eficaces con las de Suecia, el único país nórdico no dirigido por una mujer, donde el primer ministro Stefan Löfven se negó a imponer el confinamiento y mantuvo abiertas las escuelas y las empresas. Allí, la tasa de mortalidad se ha disparado mucho más que en la mayoría de los demás países europeos.
Pero no solo es Suecia. Países liderados por hombres incompetentes y negacionistas han provocado brotes catastróficos de coronavirus. El coronavirus no se habría extendido por todo el mundo tan rápidamente si el presidente chino, Xi Jinping, no hubiera permitido que cinco millones de personas salieran de Wuhan antes de que se confinara la ciudad.
El epicentro de la pandemia es ahora Estados Unidos, donde el presidente Trump acusó inicialmente los avisos de los expertos como una «estafa» y no prestó atención durante meses a las advertencias de científicos. Su ineficacia y su negacionismo científico han sido la gasolina del incendio de la emergencia actual que el 15 de abril había registrado 28.526 muertes por coronavirus y 644.061 casos, unas cifras que aumentan sin cesar cada día.
Su émulo, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, desestimó la gravedad de la crisis y se negó a introducir restricciones a las reuniones sociales mucho después de que otros países europeos las prohibieran y confinaran a sus poblaciones. Antes de ser hospitalizado, dijo a los periodistas que el virus no le impediría estrechar la mano de los pacientes del hospital. De Bolsonaro ni les cuento.
Quizás sea todavía sea demasiado pronto para señalar qué líderes actuaron correctamente, pero los ejemplos anteriores muestran que un número desproporcionadamente grande de responsables políticos de máximo nivel que actuaron temprana y decisivamente eran mujeres. Las cifras de contagios y de defunciones en los países en los que gobiernan mujeres hablan por sí solas. Y, si no, consulten la evidencia del European Center for Disease Prevention and Control
Ya es hora de que reconozcamos que el mundo necesita urgentemente más mujeres líderes e igual representación femenina en todos los niveles de la política. Como mínimo, el desproporcionado número de primeras ministras que logran controlar esta pandemia debería enseñarnos una vez más que la igualdad de género es fundamental para la salud pública mundial y la seguridad internacional.
Manuel Peinado Lorca
2 Comments
Yo no sabia que fuera tan inutil hasta que me quede viudo
!! Las mujeres COMPARTIMOS, no COMPETIMOS !! 👍🏾💜
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