Si algo caracterizó el cierre de 2018 en California y en otras zonas del oeste norteamericano fueron los incendios que asolaron más de 34.000 km2, una superficie algo mayor que Cataluña, las cuales, además, ardieron más rápido y a mayores temperaturas de lo que los expertos habían observado jamás. El llamado Camp Fire, el incendio más devastador de la historia de California, con un saldo provisional de 85 muertos y 249 desaparecidos, fue completamente dominado el domingo 25 de noviembre.
Paradise, a unos 160 kilómetros al norte de Sacramento, desapareció. Más del 80% de la ciudad fue arrasado en las primeras horas. El balance de destrucción sigue siendo provisional: 13.696 casas unifamiliares, 276 edificios multifamiliares y 528 edificios comerciales, y 4.293 estructuras pequeñas de otro tipo fueron destruidas según los primeros datos.
Cuatro de los cinco incendios forestales más grandes de California han ocurrido desde 2012. Los incendios forestales están en aumento, según un estudio ya clásico en la materia publicado en la revista Science. Entre 1986 y 2003, hubo casi cuatro veces más incendios forestales, que duraron aproximadamente cinco veces más y quemaron superficies más de seis veces mayores en comparación con el período 1970-1986. El cambio en la frecuencia estaba fuertemente ligado con las temperaturas regionales más elevadas de primavera y verano.
Los debates sobre las causas de los incendios forestales se centran a menudo en si las principales son las prácticas inadecuadas del uso de la tierra o el cambio climático. Los autores del estudio de Science investigaron 34 años de la historia de los incendios forestales en el oeste de Estados Unidos y llegaron a la conclusión de que, si bien la historia del uso de la tierra y el clima se presentan frecuentemente como factores que compiten entre sí, en realidad pueden ser explicaciones complementarias en algunos casos.
Los usos de los espacios forestales que han permitido la acumulación de biomasa probablemente han hecho que algunos bosques sean más sensibles a los cambios en el clima porque hay más combustible disponible. Por lo tanto, un aumento en la incidencia de incendios grandes y muy graves puede deberse a una combinación de sequías extremas y combustibles excesivos en algunos bosques. Pero a largo plazo, según el estudio, el clima puede convertirse en el principal impulsor de los riesgos de incendios forestales.
El fuego surge de tres ingredientes: combustible, calor y oxígeno. El oxígeno está siempre disponible en el aire. El combustible es cualquier cosa que pueda quemarse, incluyendo arbustos, árboles o casas. Mientras más seco esté el combustible, más fácilmente se quema. Y el último componente, el calor, quema el combustible y deseca el área circundante a medida que el fuego se propaga. En resumen, una fuente de calor alcanza al combustible receptivo que está lo suficientemente seco como para quemarse. En las condiciones adecuadas, esos tres factores son todo lo que se necesita para poner en marcha un incendio forestal.
Mientras que la sequía, el calor y el viento crean las condiciones perfectas para un incendio forestal, la mayoría de los incendios no se producen de manera espontánea. Los rayos son unas de causas naturales más comunes. En 2017, los rayos provocaron cerca de 8.000 incendios forestales, que quemaron 21.000 km2 en Estados Unidos, según el NIFC. Sin embargo, la mayoría de las llamas son causadas por humanos, no por rayos. Según ese organismo, hubo 63.546 incendios forestales causados por el hombre en 2017, que quemaron alrededor de 190.000 km2.
En Estados Unidos, el 84% de los 1,5 millones de incendios forestales registrados entre 1992 y 2012 fueron causados por el hombre, mientras que el 16% fue provocado por un rayo, según un estudio de 2017. Por ejemplo, una chispa causada por el rozamiento de una llanta en el asfalto inició el terrible incendio Carr, en Redding, California cuya evolución pueden seguir en este enlace. El incendio Camp del pasado mes de noviembre todavía está siendo investigado, pero el mal funcionamiento los tendidos eléctricos es el principal sospechoso.
Sin embargo, la ignición es sólo el comienzo. Para que una chispa se convierta en un incendio forestal debe haber una combinación perfecta de factores, como condiciones secas y vientos fuertes. Debido al cambio climático, las condiciones secas duran más y, a su vez, causan temporadas de incendios más prolongadas. Hace cincuenta años, a mediados de noviembre el área arrasada por el incendio Camp Fire estaba más húmeda que hoy. Habría viento, pero había demasiada humedad para iniciar un incendio. Pero a mediados de noviembre de 2018 la atmósfera en los alrededores de Paradise estaba lo suficientemente seca como para perpetuar el fuego más mortal y destructivo en la historia del estado.
Aunque haya sido un año récord en California, los incendios forestales no son nuevos. De hecho, son una parte natural y necesaria para la regeneración de muchos ecosistemas, incluidos los bosques mediterráneos de California. Pero los incendios forestales que vemos hoy son diferentes de esos incendios naturales, porque se queman más rápido a mayores temperaturas. Históricamente, California se incendió más incluso de lo que lo hace ahora, pero a menor intensidad y de forma más lenta. Hoy estamos viendo incendios que son inusuales, como el incendio Camp que, en un momento dado, quemó unos 280 km2 en un día, algo nunca observado.
El cambio climático inducido por las emisiones de gases de efecto invernadero está aumentando la extensión de la temporada anual de incendios, que era tradicionalmente el verano. Pero los incendios forestales también se queman más rápido y a mayores temperaturas simplemente porque hay más combustible para quemar.
Por ejemplo, el bosque boreal en Canadá y Alaska ha visto un aumento en el número de incendios forestales desde 1975, probablemente debido al derretimiento temprano de la nieve y a la desecación de la madera potencialmente combustible provocados por el calentamiento global, según un estudio publicado en la revista Nature Climate Change. En los últimos cien años ha habido en California una «guerra contra el fuego», y eso, irónicamente, ha aumentado el riesgo de grandes incendios. Hoy en día, los científicos y los conservacionistas entienden que el fuego es un factor crítico para la salud de los ecosistemas. Pero ese no fue siempre el caso. La supresión de incendios más pequeños durante un siglo permitió que los combustibles se acumularan. Los bosques que antes eran como parques (abiertos, con árboles grandes) se volvieron densos con árboles pequeños y arbustos, el combustible perfecto para un incendio.
A medida que se acumulaban los combustibles, las urbanizaciones se acercaban a las áreas silvestres, de acuerdo con un estudio publicado en 2018 en Proceedings of the National Academy of Sciences. El estudio concluyó que urbanizar justo al borde de bosques densos con el reclamo de ofrecer una “vida en plena naturaleza” ha puesto en riesgo más vidas y más hogares.
Si contemplamos el escenario climático planteado en la Cuarta Evaluación Nacional del Clima, que se publicó el pasado noviembre, los incendios forestales continuarán intensificándose con el cambio climático e incluso convirtiéndose en un problema en otras regiones de los Estados Unidos, aunque a su presidente, a quien tanto le gusta el Rings of fire de Johnny Cash, le importe un bledo.
Manuel Peinado Lorca
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