Una vez más vuelvo a mi pueblo, Portalrubio, y a saludar a los familiares, a los amigos, a los amigos de los amigos y a todas aquellas personas que hace mucho tiempo que no venían al pueblo y que ya casi no conozco. Pero un saludo no se niega a nadie, ni tampoco el preguntar cómo les ha ido este año, qué tal están, o cuanto tiempo van a quedarse. Es fácil y agradable entablar conversación en la calle, en la fuente, esperando al panadero, a la sombra de la olma, o en el “horno”. Aunque mejor si es en la sombra o a primera hora de la mañana o al atardece. En este pueblo de alta montaña el calor también aprieta en las horas centrales del día.
Y este verano de 2023 es un verano cálido y seco, incluso tórrido -diría yo- en algunos momentos. Día tras día vemos el mismo cielo azul intenso, apenas manchado por alguna nube; no hay rastro de lluvia, aunque se desee; el agua en la fuente cae sin parar, pero sin la alegría del chorro que salpica y desborda. Los campos sembrados están amarillentos antes de tiempo, y sólo se ven algunas manchas verdes entre tanto tono apagado y marrón gracias a los campos de girasoles que animan el paisaje y que están esperando un poco de lluvia que no llega para sacar sus flores.
Los informativos repiten machonamente que la temperatura va a superar los 35º C y hasta los 40ºC y más allá en la mayor parte del país. No llegamos a esas temperaturas en Portalrubio; no en el interior de las casas con muros de piedra de “los de antes”; pero se nota el calor y se ven las ventanas abiertas por la noche y cerradas por el día. Es un verano bochornoso, tórrido, que encadena olas de calor como cuentas de collar.
El calor no invita a salir al campo hasta el atardecer; ni siquiera a recorrer sus calles en las horas centrales del día. La gente está en sus casas o casas de otros y los animales se mantienen en sus guaridas. Por eso, en esta ocasión, sentada en mi jardín- el antiguo corral de la casa de mis padres por donde las gallinas y los pavos paseaban picoteando hojas, granos, gusanos, lombrices o lo que encontrasen en aquellos tiempos de mi juventud- me invade la nostalgia. Allí, refugiada por la sombra de un laurel y de unos rosales me dio por mirar, sin querer, y pensar en los otros seres vivos que por allí pululaban.
En veranos anteriores entrevistamos a personas mayores y a niños. En esta ocasión, ante este episodio anómalo de calor extremo, pero bajo los constantes avisos e informaciones sobre cambio climático, amenaza de extinción de especies, anuncios de escasez de agua y alimentos, etc. me puse a pensar en esos otros seres vivos que nos acompañan aunque no seamos o no queramos ser conscientes de ello. Y ciertamente se ven y se oyen pocos en este verano del 2023.
La despoblación no sólo afecta a las personas parece que también a los animales. Desde mi rincón, apenas se oyen balar a las ovejas, ni cantar a los grillos, o croar a las ranas. Y escasea el zumbido de las abejas y de las avispas o de los moscardones. Es también difícil ver lagartos (o fardachos como se llaman en mi pueblo), lagartijas, culebras, víboras, saltamontes. Da la sensación de que hay incluso menos gorriones y parajillos y menos palomas; se ve alguna pareja de palomas torcaces, algunos vencejos, o alguna pareja de murciélagos al atardecer….. Pero poco más.
Ahí, sentada a la sombra, me dediqué a observar lo que me rodeaba y volver al pasado. He de reconocer que me invadió cierta tristeza. Entonces pensé que fotografiar cualquier animalillo que viésemos por el pueblo, en los jardines, huertos o en la fuente sería una buena forma de dejar constancia de este verano 2023 en Portalrubio.
Ahí van algunas fotos de aquellos seres vivos que aún pululan por el pueblo gracias a la colaboración de la gente que pasea por sus calles y de unos niños que aman la naturaleza y la quieren conservar.
VERANO PORTALRUBIO 2023
Carmen Valero Garcés
Fardacho
Mariposas, polillas y saltamontes
Ranita