Se acerca el verano y ya empieza a verse movimiento en el pueblo, al menos algunos fines de semana. Es hora de “preparar” las casas para disfrutar de esos días tan anhelados de descanso: Abrir puertas y ventanas para quitar telarañas de los rincones, quitar las mantas y edredones de las camas- si se tuvo la suerte de pasar algunos días en Semana Santa o algún fin de semana o “el puente de la Inmaculada”, o ¡por qué no, Nochevieja!
Barrer toda la casa- que no es cosa de un ratito- parece una tarea obligada. Muchas son casas solariegas, grandes, con muros recios y vigas de madera, paredes y fachadas encaladas, rincones en la casa que rezuman humedad y se desprende la pintura… Es trabajo, ya me entienden.
A pesar de todo ello, se hace con gusto porque presagia la vuelta del verano: Calles con gente, puertas abiertas, gritos y algarabía de niños y niñas, largas tardes de tertulias y conversaciones con amigos, comidas reposadas con vermut de antesala y sobremesa incluida, paradas en cualquier lugar y en cualquier momento del día para saludar o charlar con el primero que pasa, vaya donde vaya, – ya sea algún paisano o amigo de alguno del pueblo. Gente que hace tiempo que no ves y apetece conversar no importa donde- en la fuente, debajo de un tejado cuando el sol aprieta, en el patio de alguna casa, en la plaza, en la olma vieja….
Y todo se dispara con las “fiestas del pueblo”, donde la noche y el día se juntan en un continuo, sin saber cuándo empieza una o termina la otra. El reloj y sus horas no importan; se deja en la mesilla y se olvida. Y cada verano se repite casi lo mismo.
Digo “casi” porque siempre suele faltar alguien, es como un goteo. Nuestros mayores se van yendo cumplida su misión en este mundo, y aunque su ausencia se llena con los nietos y otros jóvenes, se les echa de menos- Lorenzo, Martín, Daniel, Abel, Elvira, Alfredo, Araceli Joaquín y tantos otros que ya nos dejaron.
Pero hubo una ausencia aún más notoria en este verano de 2024 que sobrevoló nuestras tertulias y ratos de ocio, de fiesta, incluso – o sobre todo- el día de nuestra “paella comunitaria”. Toño nos dejó de forma repentina a finales de agosto del 2023, cuando ya todos nos íbamos despidiendo para regresar a nuestros lugares de trabajo o residencia. Toño se fue para siempre, sin darles tiempo a muchos vecinos a despedirse con un “hasta pronto”, “cuídate”. Es por ello que quizá esté aun en el recuerdo de muchos de nosotros. Esperando verle y despedirnos. Y así pasó el verano de 2024.
Mientras eso ocurre es bonito volver la vista a los relatos que estos años pasados hemos ido colgando en la página web de GIECO para sentir el latir de Portalrubio. Allí, querido lector o lectora de estas líneas, podrás encontrar las voces de nuestros mayores dejando testimonio de su paso por el pueblo, contando anécdotas de vivencias en la escuela en los años cuarenta del siglo pasado, recién terminada la Guerra Civil, presente en sus recuerdos; o de sus bailes en las fiestas y la forma de divertirse en aquella época tan diferente de la de ahora. También hay testimonios de los más jóvenes o de amigos de los jóvenes que visitaron el pueblo en algún momento y se atrevieron a escribir sobre sus días de asueto en Portalrubio. Son testimonios, trocitos de la vida de un pueblo en la España vaciada, que se resiste a desaparecer como tantos otros de nuestro entorno.
Este verano de 2024 no fue muy diferente del año pasado: verano tórrido, sin lluvia y extremadamente seco, reflejo, sin duda, del cambio climático que día tras día vivimos y que constantemente nos repiten en las noticias o en los medios de comunicación.
Era julio y las flores ya estaban casi marchitas; los campos de girasoles con flores diminutas luchando por abrirse y mostrando sus flores sedientas mirando al suelo sin ánimo para levantar su cabeza al sol- un sol demasiado brillante fuerte y sofocante; los campos de trigo y de cebada ya listos para ser cosechados casi antes de tiempo porque ya no resistían más la tierra ardiente en sus raíces; o la fuente del pueblo brotando agua sin cesar pero sin fuerza, aún fresca y agradable, donde a diario nos juntábamos para llenar el botijo o echarnos un trago de agua fresca y donde las bicis de los niños y su algarabía formaba parte del paisaje diario.
Y como tema de conversación la invasión de topillos. Todas las eras horadadas y los huertos llenos de esos agujeros y cavernas sin fin que acogen a la plaga de topillos que día tras días se comen los brotes nuevos o muerden todo lo que encuentran a su paso: tomates, judías, calabazas, berenjenas, patatas…. Ha sido el tema del verano.
Pero ni los topos ni el calor impedían seguir disfrutando del pueblo. Dentro de las casas siempre se está fresquito y las tardes y atardeceres en el chill out de la nave o a la puerta de El Horno son lugares de encuentro para todos- niños y niñas, jóvenes, mayores,… – quien quiera charlar un rato o disfrutar de compañía junto a una “clara”, un “botellín”, una coca cola, un batido de chocolate, o lo que haya….
Comienza agosto y todo es efervescencia en Portalrubio. Las fiestas del pueblo son el primer fin de semana del ese mes. Las calles y las casas se llenan de gente joven, la música suena desde el atardecer hasta la madrugada y los niños pueden disfrutar de variedad de actividades y los jóvenes y no tan jóvenes de bailes, cenas comunitarias, meriendas improvisadas, concursos de no se sabe qué… Son días intensos.
Pero la fiesta no termina ahí sino que a lo largo del mes de agosto la visita a otros pueblos “en fiesta” es parte de la costumbre del pueblo y también de los jóvenes de los otros pueblos cercanos: Pancrudo, Orrios, Barrachina, Godos, Mezquita, Martín del Río, Calamocha, Torre los Negros, Villanueva, Alpeñés, Bañón, Montalbán Cosa, Fonferrada,…etc. Saludos, risas, largas veladas, música, visitas a la fuente, desayunos imprevistos de madrugada en casa de algun “colega”,… es el sentir de estos pequeños pueblos de la España vaciada turolense que se llenan y que, aunque sea por unos días, bien la ilusión de ser una gran familia de jóvenes que van de un pueblo a otro llenando las noches de agosto de música, alegría y amistad.
Carmen Valero Garcés
Portalrubio, agosto 2024