Una disciplina para unirlas a todas… las humanidades ambientales

Gala Arias Rubio

 

Una versión larga de este texto se publicó en la revista Ecologista, nº 90, otoño de 2016.

 

No hay duda de que las humanidades están consideradas en el ideario moderno como saberes de escasa demanda mercantil y, lo que es peor, de poca aplicación práctica. De esta concepción se deriva, por ejemplo, la reciente reforma educativa que ha reducido a la filosofía a contenidos marginales. Si se comparan estos mensajes con el respeto aparente que se profesa a la ciencia y a la técnica, que ostentan casi el estatus de saberes todopoderosos, se puede observar que se parte de una situación de gran desigualdad y de desprestigio para las humanidades.

No siempre fue así, hubo un tiempo en el que el prestigio social estaba basado en poseer conocimientos de humanidades, incluso en tener habilidades artísticas o literarias. Sin embargo, las humanidades han sido víctimas de los embates de la modernidad líquida por su dificultad para adaptarse a ese mercado de consumo rápido que se nos impone. Bauman (2007) dice que los conocimientos se plantean como si fueran una mercancía del mercado más, es decir, como un producto pensado para un consumo instantáneo, inmediato y para una única vez, y ese es un contexto al que las humanidades les cuesta adaptarse porque la esencia de estas es la reflexión y la pregunta, y son una disciplina de desarrollo lento.

No obstante, las desprestigiadas y olvidadas humanidades no han perdido en realidad su función social, siempre volvemos a ellas cuando lo demás falla. Wilson (2014) defiende que son lo que realmente nos identifica como seres humanos y que la ciencia y la tecnología solo tienen cinco siglos de antigüedad, frente a las humanidades, que están íntimamente relacionadas con nuestra evolución lingüística y cultural y se remontan al origen del ser humano. Asimismo, afirma que mientras que la evolución tecnológica llegará a un punto de estabilización, las humanidades seguirán desarrollándose y diversificándose hasta el infinito, por lo tanto, resulta imprescindible cultivarlas y cuidarlas.

Por otro lado, desde el punto de vista medioambiental las humanidades desempeñan un papel fundamental. Y es que, aunque haya una corriente de opinión que vea la tecnociencia como la única solución frente a la crisis ambiental, es necesario recordar que, como señalan Durán, Riechmann, Mir y López (2013), la ciencia por sí sola no es capaz de crear conciencia ético-política y que las ciencias de la naturaleza y de la vida no explican cuáles son las razones que mueven al ser humano a pasar de la teoría a la decisión de actuar a favor de la conservación del medioambiente. Estos autores mencionan también una cita que Fernández Buey toma del genetista Albert Jacquard, donde este último denuncia que, aunque se puede demostrar científicamente que no hay razas, sigue existiendo el racismo. En lo que a los problemas medioambientales se refiere podemos decir que, aunque se puede demostrar científicamente, por ejemplo, la existencia del cambio climático, las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando.

Habida cuenta de que los problemas medioambientales están causados por el comportamiento del ser humano, es imposible que las humanidades no desempeñen un papel fundamental en la búsqueda de soluciones, especialmente cuando nuestro comportamiento está directamente relacionado con nuestras ideas, nuestros valores, nuestras emociones y las historias que nos contamos a nosotros mismos (Philippon, 2012).

Por otra parte, Conway et al (1999) ponen el dedo en la llaga al mencionar otra cuestión fundamental: los problemas medioambientales son sistémicos y sus casusas son sociales, económicas, culturales… y, por lo tanto, las soluciones se encuentran fuera del alcance de la ciencia y de la técnica. Para abordar estos problemas complejos no podremos utilizar tampoco las herramientas que nos proporciona una sola disciplina, sino que tendremos que servirnos de muchas.

La aportación de las humanidades es amplia. Abarca desde la difusión de idearios hasta la construcción de nuevos imaginarios, del diseño de productos más respetuosos con el entorno, al estímulo de la imaginación y la creatividad, desde la concienciación, hasta la educación y un largo etcétera de aportes que se encuentran en el plano emocional (Raquejo y Parreño, 2015) y que son exclusivos de las humanidades. Las humanidades aportan complejidades que son ininteligibles desde el punto de vista de la ciencia (Novo, 2015) e incluso ininteligibles desde el punto de vista intelectual, pero que son perceptibles a través de los sentidos. Tras reconocer este poder que ostentan las disciplinas de humanidades, es importante ponerlas a trabajar para la sostenibilidad.

Para desempeñar ese papel surgen en los años 60 del siglo XX el embrión de lo que luego, a principios del siglo XXI, serían las humanidades medioambientales o ecológicas. Las humanidades medioambientales son una transdisciplina que posee una naturaleza holística puesto que se sirve de una serie de disciplinas de humanidades (la literatura, la teología, la historia, la antropología, la estética, las artes visuales, etcétera) para tratar cuestiones de gran calado para la sociedad actual y, además, no es ajena a las bases científicas que caracterizan los problemas ambientales.

Una de las principales promotoras de esta corriente fue la filósofa ecofeminista australiana Val Plumwood (Nuño, 2010). Según sus planteamientos, los problemas en la relación que mantiene con la naturaleza la sociedad contemporánea había que buscarlos en una concepción dualista del mundo, ya presente en el pensamiento griego, que planteaba todos los matices de lo existente en oposiciones (por ejemplo, la oposición hombre-naturaleza). Estas oposiciones, realizadas desde el antropocentrismo y especialmente desde el androcentrismo, servían para polarizar aquello que fuera diferente y juzgar lo no dominante siempre como algo inferior.

La fragmentación del mundo, y más concretamente la polarización de este, plantea muchos riesgos para la sostenibilidad. Esta polarización se relaciona con el paradigma cartesiano que cita Morin (1999) que separa al sujeto del objeto y designa una esfera para cada uno de ellos: la filosofía para el primero y la ciencia para el segundo. Este paradigma centra su esencia en la disyunción, mientras que desde el punto de vista de la sostenibilidad es la conjunción la vía con mayores posibilidades de éxito.

Contrarrestar este paradigma dicotómico, ya superado, es la razón por la que surgen las humanidades ecológicas, y también para ofrecer nuevas respuestas a las preguntas vitales que nos plantea la crisis ecológica, pues una tarea fundamental de las humanidades medioambientales es poner en cuestión las dimensiones normativas de las prácticas medioambientales actuales (Lidström et al., 2014). Las humanidades medioambientales suponen una respuesta de amplio espectro a los retos ambientales de hoy en día y responden a la inquietud de los profesores e investigadores de humanidades de pasar a la acción para la defensa del medioambiente a través de sus materias de estudio.

 

Bauman, Z. (2007). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Barcelona: Gedisa.

Conway, J. K., Keniston, K. y Marx, L. (1999). Earth, Air, Fire, Water: Humanistic Studies of the Environment. University of Massachusetts Press.

Durán, A., Riechmann, J., Mir García, J. y López Arnal, S. (2013). Argumentos para una cultura integradora. En S. López Arnal y J. Mir García (eds.), Para la tercera cultura: ensayos sobre ciencias y humanidades de Francisco Fernández Buey (pp. 406). Mataró: El viejo topo.

Hiltner, K. (2012). The Role of the Environmental Humanities in our Future. Recuperado de http://www.princeton.edu/pei/events_archive/viewevent.xml?id=468

Lidström, S., Bergthaller, H., Emmett, R., et al. (2014). Mapping Common Ground: Ecocriticism, Environmental History, and the Environmental Humanities. Environmental Humanities, 5, 261-276.

Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO. Recuperado de http://unesdoc.unesco.org/images/0011/001177/117740so.pdf

Novo, M. (2015). El diálogo ciencia/arte: Una vía integradora para abordar la crisis ambiental global. En T. Raquejo Grado y J. M. Parreño (Eds.), Arte y ecología (1ª ed., pp. 17-38). Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Nuño Angós, T. (2010). Participación de mujeres científicas en la construcción de algunas teorías científicas vigentes en la tecnociencia actual. VIII Congreso Iberoamericano de ciencia, tecnología y género. Curitiba: Universidade Tecnológica Federal do Paraná.

Philippon, D. J. (2012). Sustainability and the Humanities: An Extensive Pleasure. American Literary History, 24 (1), 163-179.

Rose, D. B., van Dooren, T., Chrulew, M., Cooke, S., Kearnes, M. y O’Gorman, E. (2012). Thinking Through the Environment, Unsettling the Humanities. Environmental Humanities, 1 (1), 1-5.

Wilson, E. O. (2014). The meaning of human existence. New York: Liveright Publishing Corporation.

Add Your Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *